viernes, 17 de mayo de 2013

La discusión



La niña yacía echada sobre su cama mientras jugaba consigo misma al ajedrez. Llevaba puesto un camisón y movía nerviosamente las diminutas piezas de un tablero plegable, intentando hallar, en sus casillas, la paz que no encontraba en su hogar.

Más abajo, en el comedor, discutían acaloradamente su madre y el enésimo novio que ésta se había buscado. Seguramente reñían por algún asunto relacionado con la falta de dinero o, peor aún, con las drogas. De hecho, no era la primera vez que la milicia de Moscú había tenido que acudir a su domicilio tras una denuncia de sus vecinos. Mientras tanto, su hermanito, de pocos meses de edad, sollozaba a pleno pulmón desde la cuna.

La mujer no paraba de gritar como una loca, reprochando a su pareja que hubiera vuelto a gastarse los rublos en alcohol barato y regresara borracho, una vez más, a casa. El hombre no se amedrentaba en absoluto y, completamente fuera de sí, vociferaba a su antojo toda clase de improperios. 

En cierto momento, Katia escuchó un ruido sordo, similar a un golpe brusco, y luego oyó una rotura de cristales. Su madre calló de inmediato. El niño seguía llorando. 

Katia trató de abstraerse de todo aquel alboroto y se concentró en la complicada posición que ofrecía el tablero. Cuando quiso darse cuenta, la puerta de su habitación se abrió de par en par, con un portazo, y apareció en el umbral de la entrada aquel hombre que, por capricho o debilidad de su madre, seguía ejerciendo de padrastro. Se había despojado del cinturón y, mientras entraba, lo enarbolaba amenazadoramente. La niña sabía lo que le aguardaba. No era la primera vez.

Publicado en www.lasiringadepan.blogspot.com el 17 de mayo de 2013.
Ilustración: Girl arranging her hair, de Mary Cassatt (1886).
Texto de Joan Fontanillas Sánchez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario