miércoles, 23 de enero de 2013

La profecía


La pitonisa había sido muy clara. “Guárdate del ajedrez o este juego acabará contigo” sentenció la anciana de tez oscura mientras acariciaba una bola de cristal con sus febriles ojos en blanco. Fortunato captó de inmediato el mensaje y, abandonando la carpa esotérica, comenzó a darle vueltas a la idea de dejar el ajedrez para siempre. No podría renovar su ficha con el club, ni leer más libros de ajedrez y, peor aún, tendría que alejarse para siempre de sus compañeros habituales de juego con quienes tantos momentos de camaradería había compartido. 

No obstante, el ajedrez lo era todo para él. Fortunato dudó por un instante si hacer caso omiso de la vidente pues, al fin y al cabo, la vieja gitana no tenía ninguna prueba sólida de lo que con voz tan grave había profetizado. Reflexionó sobre qué podía ser mejor: si ser racional y desoír el consejo de la señora, arriesgándose al desastre completo, o si dejarse llevar por el instinto y abandonar el ajedrez para eludir un destino tan funesto. 

Fortunato vagaba por las calles preguntándose qué demonios hacer. Su lado más prudente acabó por ganar la partida que transcurría en su alma y el hombre, por fin, resolvió decir adiós al ajedrez. Comenzaba, pues, una nueva etapa en su existencia y se abría paso un nuevo rayo de esperanza. Avanzaba con decisión hacia su incógnito futuro cuando el rudo claxon de un camión irrumpió en su vida. Fortunato abrió los ojos de par en par. El enorme vehículo accionó con rapidez sus frenos y comenzó a virar bruscamente para no atropellarle, pero nadie pudo impedir que sus dieciséis toneladas de metal impactaran de lleno contra el frágil cuerpo de Fortunato, que pereció al instante bajo un cruento amasijo de tubos y carrocerías. Con la maniobra, el camión se inclinó peligrosamente y, perdiendo el equilibrio, soltó con gran estrépito la pesada carga que transportaba. Sobre el áspero asfalto comenzaron a rodar los miles y miles de piezas de ajedrez que, perfectamente empaquetadas, llevaba el vehículo en su interior.

Publicado en www.lasiringadepan.blogspot.com el 23 de enero de 2013.
Ilustración: Arcano Mayor 10 del tarot, La rueda de la fortuna.
Texto de Joan Fontanillas Sánchez.

2 comentarios:

  1. Mil piezas de ajedrez / 32 = 31 tableros
    Varios miles = 150 tableros
    Es evidente que el camión no iba al Torneo de Sants.
    Y es evidente que tampoco iba a un torneo del Circuit Català, porque aquí los organizadores llevarían las piezas en el maletero de un coche para ahorrar costes.
    Por lo tanto, habría que buscar al culpable en un torneo medio en Europa.

    Me ha gustado mucho tu relato. Me recuerda a los de David Vivancos en el libro de Cruentos.

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  2. ¡Menudo cálculo! Pero fíjate que el camión no llevaba relojes... Los relatos de David suelen tratar de asesinatos y los motivos que instigaron el crimen. David lo habría escrito desde el punto de vista del conductor del camión, jajaja. Gracias por compararme con David, es todo un honor.

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