viernes, 28 de diciembre de 2012

Envidia



Siempre que coincidían en algún torneo, lo observaba desde lejos, con disimulo. Se mantenía a una distancia prudencial, para no levantar sospechas, y seguía todos sus movimientos por insignificantes que pudieran parecer. No se perdía detalle alguno –sus gestos, sus frases- y retenía en su mente cualquier aspecto o anécdota relacionada con su persona. Incluso era capaz de recordar un montón de partidas suyas y el desenlace de las mismas.

Su interés no era fruto de la admiración, sino más bien del odio. Un odio antiguo y visceral, surgido de las profundidades de su inconsciente más remoto y alimentado durante años de silenciosa frustración. Le odiaba con toda su alma por todo lo que representaba. Deseaba su desgracia y, de haber sido posible, hubiera colaborado en hacerla realidad.

Durante todos aquellos años apenas habían cruzado un par de palabras, meros formalismos en el saludo, conversaciones vanas y prescindibles sobre el tiempo o el desarrollo de la competición, y quizás algún apretón de manos antes de comenzar la partida. La causa de todo ello radicaba en que su nivel de juego era diametralmente opuesto y raramente coincidían en los emparejamientos. Mientras uno jugaba siempre en los primeros tableros, rodeado de profesionales del ajedrez y creando obras de arte con los trebejos, el otro se perpetuaba indefectiblemente en la cola de la clasificación, derrochando jugadas imprecisas ante aficionados también mediocres.      

Pero lo que más detestaba en él era su porte tranquilo, su serenidad ante la derrota. Se notaba que, siendo un vulgar aficionado, no dependía de los resultados y jugaba por diversión. Todavía se sorprendía ante el tablero, disfrutaba del ajedrez y no se veía en la necesidad de amañar resultados o recurrir a triquiñuelas para ganar los premios y llegar a final de mes. A diferencia de él, era un individuo normal y corriente con un trabajo serio, familia y futuro.

Publicado en www.lasiringadepan.blogspot,com el 28 de diciembre de 2012.
Ilustración de Joan Fontanillas Tapiol.
Texto de Joan Fontanillas Sánchez.

2 comentarios: