viernes, 29 de noviembre de 2013

Lladrucs


Amagat darrere d’un canyissar,    
vora les tèbies aigües perlades, 
observo com les nàiades pigades  
creuen que ningú les ha d’espiar. 

Tan de bo les poguéssiu fitar!   
Desen les robes del tot confiades 
i es capbussen nues i esvalotades 
en aquest sublim i secret altar.  

Mireu com neden de dues en dues! 
Es banyen davant dels meus ulls porucs 
i prenen el sol a la clariana. 

Ah, quina joia veure-les nues!   
Però què sento? No són els lladrucs 
que s’acosten per ordre de Diana?


Il·lustració: Nimfes caçant de Julius Le Blanc Stewart (1855-1919).
Text de Joan Fontanillas Sánchez.
Publicat a www.lasiringadepan.blogspot.com el 29 de novembre de 2013.

martes, 19 de noviembre de 2013

Les pomes


Quan creixen ufanes les núbils pomes
i les bones filles dormen al llit, 
la noia, que encara no té divuit,    
es passeja amb una boa de plomes.

Perfumada amb babilònics aromes, 
escurça la vora del seu vestit  
i torna només quan és negra nit
amb la pell magrejada per cent homes. 

Li es completament igual què diran;   
pica l’ullet i somriu la noieta           
mentre va presumint de cabells llargs. 

Les pomes tard o d’hora es marciran. 
Què serà de tu, quan siguis velleta?   
Sols un cabàs ple de records amargs.


Publicat a www.lasiringadepan.blogspot.com el 19 d'octubre de 2013.
Il·lustració de Paul Laurenzi (1964).
Text de Joan Fontanillas Sánchez.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Libacions


Bella nímfula de llavis vermells,
sigues el meu coper aquesta nit!
Per Ganímedes i Bacus guarnit, 
porta’m el cílix ple fins als vorells!   

Deslliga la cinta dels teus cabells, 
que llisquin pell avall amb gran delit! 
Descorda’t el cinyell del blanc vestit 
i deixa’m besar els teus pits novells!

No temis servir a Cipris amb mi, 
ni beure plegats el dolç vi rosat 
quan, al tàlem, honorem la deessa! 

No olores el perfum de gessamí?   
Sigues amable i jeu al meu costat         
mentre fem les libacions de pressa!

Publicat a www.lasiringadepan.blogspot.com el 3 de novembre de 2013.
Il·lustració: The loving cup, de Janet Agnes Cumbrae Stewart (1883-1960).
Text de Joan Fontanillas Sánchez.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Guerra civil



Nadie recuerda cómo se inició la contienda pero lo cierto es que, desde antaño, las piezas de ajedrez se hallaban inmersas en una cruenta guerra civil por el control de las sesenta y cuatro casillas. Los trebejos batallaban sin cesar sobre un territorio llano y cuadriculado que a diario se teñía de sangre. Las bajas eran numerosas y las víctimas de cada combate eran exhibidas sin pudor como tristes trofeos en las zonas colindantes al tablero. En cualquier caso, jamás se declaraba tregua alguna. 

La ideología de ambos bandos no podía ser más opuesta. Por un lado, las blancas insistían en que el tablero era en su origen totalmente blanco. No obstante, en algún momento y por causas desconocidas, su lisa y pálida superficie había sido mancillada por una panda de manchas negras que, en poco tiempo, terminaron por dibujar una cuadrícula bicolor. Creyendo que toda casilla, incluso las negras, albergaba en su interior una naturaleza blanca, resultaba lógico que reclamaran la totalidad de las casillas, fueran blancas o negras. De hecho, también menospreciaban a las piezas negras por considerarlas una versión sucia e impura de las blancas. En cambio, sus oscuros rivales argumentaban que el tablero siempre había sido negro pero que, por desgaste de la pintura, habían ido surgiendo distintas rozaduras de color claro que acabaron por delimitar lo que luego serían las casillas blancas. Por supuesto, las piezas negras también ambicionaban un control absoluto sobre todo el territorio de madera y consideraban a sus blancos enemigos como un simple hatajo de piezas descoloridas que debían ser erradicadas.

La lucha era sangrienta y, poco a poco, fue desnudando el tablero de piezas. Al fin, cuando sólo quedaron con vida los reyes, éstos se intercambiaron una cruel mirada de odio sin que hubiera ganadores ni vencidos. La partida terminó en tablas y todas las piezas fueron depositadas, una a una, en su caja de madera. Solamente entonces, cuando la caja estuvo cerrada y los trebejos se vieron sumidos en la más completa oscuridad, comprendieron las piezas que el color de su barniz era un pequeño detalle sin importancia.

Publicado en www.lasiringadepan.blogspot.com el 1 de noviembre de 2013.
Ilustración: Caja con piezas de ajedrez.
Texto de Joan Fontanillas Sánchez.